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POLITICA

23 de mayo de 2015

Por qué a los políticos les cuesta tanto decir la verdad

Al presentarse como abnegados servidores públicos, ocultan los intereses mundanos que impulsan sus acciones. Los riesgos de utilizar la mentira como estrategia discursiva

Fernando Collor de Mello, el ex presidente brasileño que fue tuvo que renunciar en 1992 luego de que sus mentiras se volvieran insostenibles

Los dobleces del discurso político están más expuestos que nunca. En la era de la hiperconectividad, los profesionales de la democracia se muestran permanentemente en los distintos medios de comunicación, y cada cosa que dicen queda registrada.

Así, es mucho más fácil descubrir sus contradicciones, sus inexplicables cambios de opinión y sus francas mentiras. Esto se agrava por la fluidez de la época, en la que es casi imposible que un dirigente permanezca toda su vida en un mismo partido, como podía ocurrir en el pasado. En un contexto marcadamente individualista y personalista, la coherencia se volvió un bien escaso.

Estas reglas de juego hacen muy evidente la grieta que hay entre el discurso político y la verdad. Es cada vez más sencillo entrever la distancia entre lo que dicen y lo que piensan los dirigentes. Es casi imposible no ver que sus motivaciones son muy diferentes de las que proclaman.

En la democracia moderna los ciudadanos "gobiernan" por medio de representantes. Para que ese esquema funcione debe haber un contrato ficticio: los políticos profesionales se presentan como servidores públicos desinteresados, que asumen el poder como una carga, no como un beneficio.

Si, en cambio, reconocieran abiertamente que están en política para su provecho personal -lo que sería totalmente admisible en cualquier otra profesión-, ¿cómo podría sostenerse que estamos ante una democracia? Por eso, a representantes y representados les conviene creer, al menos parcialmente, en que ese contrato ficticio se cumple, por más que la realidad suela mostrar algo muy distinto."Cada día es más habitual contemplar el ejercicio de la política como una alternativa profesional, desvirtuando lo que en realidad debe ser: un servicio temporal a la sociedad. Es posible que si existiera una limitación de mandatos para los cargos, no existiría ese problema. Pero claro, esta limitación tendrían que aprobarla justamente ellos, los políticos profesionales. Por eso no son sinceros. Perderían su puesto de trabajo", dice Rafael Yanes Mesa, doctor en Ciencias de la Información por la Universidad de La Laguna, España, en diálogo con Infobae."En la política, como en el amor, muchas veces la gente prefiere, al decir de Joaquín Sabina, escuchar mentiras piadosas. Y los políticos quieren ganar elecciones, no hacer filosofía. La política siempre tiene una dosis muy grande de espectáculo, y los actores de esta profesión dicen su letra sin cuestionarse mucho. Si las verdades crudas trajeran muchos votos, veríamos a los políticos con un discurso totalmente diferente. Pero no es así", agrega"La estrategia comunicacional de cualquier gobierno populista -dice Amado Suárez- ha sido destruir cualquier corpus de verdad, como las estadísticas públicas, por ejemplo. Otro recurso es correrse de los lugares donde se hacen preguntas profundas. Ningún político puede soportar una pregunta. Todos se presentan como personas comunes, pero, salvando algunas excepciones, son todos millonarios"

El problema es que esta fantasía no puede durar para siempre. Nadie puede tener el monopolio de la verdad por demasiado tiempo.

"La política generalmente se mueve en ciclos de grandes ilusiones, seguidas de grandes desilusiones. Este es un momento interesante en toda Latinoamérica, que tras una década de entusiasmo, efervescencia e ímpetu revolucionario, está entrando en una gran caída, como se puede ver en Venezuela y en Brasil", concluye Amado Suárez.

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